sábado, 16 de mayo de 2009

LA ACERTADA LÓGICA DE LOS SIN SENTIDO

"Todo lo que no aprendí
nunca se me ha olvidado
no he perdido la razón
y tampoco la he encontrado
se que no puedo dormir
porque siempre estoy soñando
en invierno con el sol
con las nubes en verano"
Fito y los Fitipaldis



Siempre he pensado que la radio es el medio de comunicación con más magia que existe. Evoca los sentidos y hasta es capaz de crear imágenes. Tristemente, en Venezuela es subutilizada y en muchas ocasiones solo sirve para difundir los regatones más vulgares que la industria cultural ha creado.

También hay experiencias creadas con “muy alto índice de responsabilidad social”, para difundir serios mensajes “informativos, culturales y educativos”. Esas serias personas ante los micrófonos están muy bien preparadas, con títulos universitarios que reposan en las paredes de una oficina que cumple con los parámetros del éxito social o, más modestamente, en la pared una casa de alguna madre orgullosa, cuya prole fue a la universidad “para ser alguien”.

Pero ¿Qué sucede con esos que no son alguien, que nunca fueron a la universidad o que no tiene carro, casa o esa pesada lista de enseres que hay que tener para ser exitosos? ¿Podrían acaso estas personas pararse ante un micrófono y ofrecernos algo de calidad?

Hablemos por ejemplo de ese loquito que diariamente nos pide una moneda para comer o para beber ¿Podría él tener algo que decir? ¿Y que tal alguno de los pacientes del Psiquiátrico de Bárbula? ¿Tendrían ellos algo que compartir? La lógica de los doctores, ingenieros y licenciados que fueron 5 años a la universidad dicta que no.

Sin embargo, gracias a Dios (¿o a Belcebú?) existen algunos locos regados cuidadosamente por ahí, en esas calles del buen señor que apuestan por cosas distintas y prueban técnicas novedosas para enfrentar la puta vida.

En un hospital de Buenos Aires a un “loquero” se le ocurrió que era buena la idea de que sus “loquitos” hicieran terapia frente a un micrófono, contando lo que ocurre en ese mundo paralelo en el que algunos vive. Nace así Radio La Colifata (cuya historia usted amigo lector puede encontrar en la web www.lacolifata.org).

Como su nombre lo indica (en jerga bonaerense) colifata es loco, locura y así desde 1991 muchas terapias se han hecho antes los micrófonos. Lamentablemente, no se conoce la experiencia sino cuando Francis Ford Coppola hace grabaciones allí y cuando Manu Chau decide hacer un concierto con pacientes del psiquiátrico incluidos. Entonces, Televisora Española le dedica una media hora de tímida entrevista a otro de esos locos adorables: el cineasta Carlos Larrondo, artífice de un documental sobre la radio y sus protagonistas.

El trabajo filmográfico lleva por título LDT Radio La Colifata y lamentablemente (aunque lógicamente) no se exhibe en las salas de las grandes cadenas de cines de los enormes centros comerciales.

Sin embargo, TVE en medio de la entrevista a Larrondo nos deleito con pequeños trozos del documental y en escasa escenas pude impresionarme con frases y miradas que ponen los pelos de punta. Uno de los pacientes afirma que el manicomio es una cárcel sin rejas y otro asegura que a veces siente deseos de escapar, pero al ver las noticias en la TV desiste de la idea y regresa seguro a su cuarto de loco.

Tal vez la parte más impactante es cuando descubrimos (ya sin sorpresa alguna) que esas personas no parece locos, que son como nosotros, aun cuando son personas en situación de calle y que tal vez alguno de ellos tenga un montón de amigos con los que alucina día a día o quizás alguna haya hechos cosas pecaminosas a los ojos de nuestra santa sociedad. Lo cierto es que los locos de La Colifata resultan más ingeniosos que el chico afeminado que lee y cree comentar las noticias en el programa matutino enfundado en su traje de corbata de Dorsay.

Solo me quedan dos reflexiones. La primera de ellas hacerme una seria auto evaluación (y tal vez alguna más seria y psiquiátrica) para saber si no debería yo también estar en un pabellón de esos (pues muchas de las cosas que dicen en sus terapias radiadas, son cercanas a cualquiera de nosotros que pululamos en las ciudades) y, la segunda, reconsiderar eso de ser periodista y sentarme ante un micrófono a hablar pura paja sobre cosas serias y académicas.

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