jueves, 15 de abril de 2010

ÉRAMOS POLVO DE ESTRELLAS



En días pasados me enteré por la prensa de la muerte de un compañero de universidad. Nunca fuimos muy amigos. Algunas conversaciones y chistes y uno que otro intercambio de ideas fue lo único que nos unió.
Sin embargo, hoy, después de tantos años me informa insolente el periódico que pudo haberse suicidado. Con un trabajo en el Ministerio de Defensa y con porte de arma, cualquiera pone a volar su imaginación y teje ideas en la mente: lo asesinaron por saber algo, se involucró con la mujer de un general, se enteró que el presidente y buena parte de su tren ejecutivo son del planeta Pakex y llegaron junto a otros líderes mundiales tomar los recursos naturales de la Tierra.
El chamo se quitó la vida con su arma de reglamento (jamás pensamos en esas horas perdidas en el cafetín de la universidad que hubiese la más remota posibilidad de que pudiésemos tener arma de reglamento), pero sí, la activó y se fue de esta vida y dimensión.
Desde ese día hay un pensamiento persistente en mi cabeza: ¿Todos llegamos a ser de grande los que queríamos de niños o cumplimos los sueños de la universidad? ¿Esto que hacemos hoy, fue lo que soñamos en aquellos días ardientes? No dudo que muchos estén bien, incluso muy bien (aunque muchos, pero muchos, años después de que mataron a Giordano Bruno se aceptó la idea de que lo bueno y lo malo es relativo) Sé de algunos que están muy bien colocados en el gobierno como jefes, analistas, gerentes y todos esos nombres y cargos burocráticos que son como un show de tv.
Uno de ellos trabaja en la empresa petrolera. No hay manera de decir cuanto lo quiero, aunque jamás conteste mis mensajes y correos y a pesar de que hablar con él sea como llamar a un agente de la CIA.
Otro trabaja en el área de las comunicaciones gubernamentales, me autografió un libro suyo. Se casó, tiene hijos y problemas con la glicemia, me pregunto si dejó de fumar como una puta presa. Un día lo visité y cual Penelopes “nos miramos con los ojos llenitos de ayer”, pero éramos unos extraños.
El joven que no pronunciaba la erre cambió su pasión deportiva por un seguro y mejor sueldo en la empresa petrolera. Me pregunto si no siente nostalgia cuando Mesi marca 4 goles que él no narra.
Otro a quien también quiero un montón jamás me escribe correos, ni me cuenta en qué anda pero me manda un correo con unas fotos un tanto homosexuales ¿Será que el síndrome Ricky Martin está de moda? Pues bien, por él si así es.
Uno chiquito y con cara de niño está completamente calvo y jamás casará con chicas que que trabajen en TV.
Y de las chicas ¿Qué puedo decir? Algunas se alzan con la bandera de la defensa a la libertad de expresión y se rasgan las venas por canales de tv, eso sí, siempre muy bien maquilladas.
Otra ni me habla.
Otra sueña con seducir europeos en Praga para tener su primavera particular
Incluso una es una “máxima autoridad” y me pregunto que hizo con su pasado revolucionario no solo en la palestra política sino en las artes amatorias también. ¿Qué hacen con sus amantes las mujeres que se dedican a la política?
Otras se casaron y son madres y esposas y sobre ellas pesa la responsabilidad de hacer de la familia la base de la sociedad.
¿Y yo? ¡Carajo yo! Yo sigo aquí y mi mayor sueño es garantizar orgasmos al menos tres veces por semana y reír cada día, esperar que la inflación no repercuta en Saramago y en Camilleri y esperando poder comprar flores para mi tumba cuando me dé por dármelas de Mezo Bigarrena e irme de “este barrio”.