sábado, 30 de mayo de 2009
ESTAMOS JODIDOS
1.- El país está seriamente dividido por dos tendencias políticas. Una encabezada por el Presidente de la República y la otra que va a la deriva sin que haya encontrado un o unos líderes que valgan la pena.
Inicialmente tenemos al presidente que vive ensimismado en sus ideas sacadas de un baúl de los años 60 y que ha hecho del populismo mediático descrito por Umberto Eco una manera tercermundista de hacer política. No escucha y no ve nada que no haya sido sacado de un libreto mal escrito lleno de demagogia, actos de corrupción de muchos de sus seguidores y degeneración democrática en la que solo hay dos posturas: o se está contra él o con él, no hay términos medios.
Por otro lado se encuentra una oposición que no ha logrado convencer a la población básicamente porque sus representantes (no se les puede llamar líderes) tienen una larga cola de paja. Y es que ¿A quien carajo se le ocurre tomar como líder a Manuel Rosales, siendo éste un ser que no puede hablar la boca sin decir una torpeza?. No me refiero a una torpeza política sino a una simple incongruencia idiomática. Además están algunos medios de comunicación en los que detrás se encuentran empresarios cuya labor (no ahora sino desde siempre) ha sido joder al país, joderlo con transacciones económicas sucias y cuya oposición a Chávez viene dada no por su amor a la patria o por el deseo de hacer cesar la corrupción, sino más bien porque ellos han dejado de formar parte de la “macollita” que se beneficia ilegalmente de los petrodólares. Cabe destacar, sin embargo que la macollita existe, solo que ahora la forman otros.
2.- Los venezolanos hemos desarrollado una manera de vivir en la que la llamada “viveza criolla” impera en todos los niveles. Debería ser un sociólogo el que dijera el porqué de este rasgo que nos caracteriza como sociedad. Tal vez hayan sido los años de abuso por parte de los poderosos, tal vez sea porque hemos tenido que buscar una manera de “sobrevivir” o tal vez sea porque nos cayó del cielo un meteorito rosado que nos hace actuar así, pero lamentablemente, no tenemos sentido de país, de nación y esto no es poner estúpidamente una bandera en nuestra casa cada fecha patria, ni usar una franela con los colores de ésta, ni levantarnos cuando oímos el himno, sino saber que nuestros derechos terminan donde comienzan lo de los demás.
Se trata de no comernos el semáforo. De no botar la basura sin la disposición adecuada y en los horarios que corresponde. Significa que no podemos poner la música a todo volumen porque alguien en nuestra casa cumple años, pues tenemos vecinos que desean dormir. Ser un buen ciudadano no es tener un cuadro de Simón Bolívar en la sala o en nuestra oficina sino saber que tenemos que aprender a vivir en vecindad, no echando la basura a las quebradas porque en épocas de lluvia se desbordan e inundan nuestra propia casa. Se trata de buscar no solo nuestro bienestar sino el bienestar común.
3.- Tenemos comerciantes indecentes. Aunque no todos, ser comerciamte o empresario en Venezuela es querer tener ganancias exorbitantes sobre cada bolívar invertido. Es vender un producto a tres, cuatro, cinco, seis y diez veces su valor de producción. A la par de contratar empleados sin la debida seguridad social correspondiente y pagando lo que por ley corresponde. Significa empresas (tanto públicas como privadas, pues los entes gubernamentales no escapan de esta triste realidad) que eluden pagar el Seguro Social, el bono de alimentación y crean figuras de contratados que no existen. Es lamentable pasar por la Inspectoría del Trabajo y observar como todo trabajador que ha renunciado o ha sido despedido pode que le hagan el cálculo de sus prestaciones, pues el patrono siempre se “equivoca” perjudicando a su empleado.
Básicamente el problema no está en los políticos, sino en nosotros como ciudadanos, como empresarios, como funcionarios público al servicio de una nación. Hasta que no caigamos en cuenta, hasta que no seamos concientes de esta realidad, no importa quien sea el presidente (al fin y al cabo nosotros elegimos a nuestros gobernantes), quien el gobernador y quien el alcalde o concejal, somos nosotros parte de este escoñetadito país. Mientras no sepamos cumplir nuestros deberes como venezolanos la elección sea cual sea, será equivocada.
SOBRE EL RÉGIMEN DEL POPULISMO MEDIÁTICO
Siguiendo los últimos acontecimientos de la vida política de Silvio Berlusconi, el autor disecciona las formas de interacción entre el poder y el pueblo cuando el único canal estable viene dado por la televisión como medio de comunicación dominante
Mientras el jefe del Gobierno italiano, Silvio Berlusconi, anunciaba en un programa de televisión la presunta retirada de las tropas italianas de Irak, yo estaba en París, donde se estaba inaugurando el Salón del Libro, así es que pude hablar de los asuntos italianos con los franceses, que están especializados en no entender nunca exactamente qué es lo que pasa en mi país, y no sin razón.
Primera pregunta: ¿por qué vuestro primer ministro anuncia una decisión tan grave en un programa de televisión y no en el Parlamento (al que quizá habría debido pedir una opinión o un consenso)?
Les explico que ésta es la forma del régimen de populismo mediático que Berlusconi está instaurando, un régimen donde entre el jefe y el pueblo se establece una relación directa, a través de los medios de masas, con la consiguiente desautorización del Parlamento (donde el jefe no necesita ir a buscar un consenso porque lo tiene asegurado, por lo cual el Parlamento tiende a convertirse en el notario que registra los acuerdos tomados entre Berlusconi y el presentador del programa, Bruno Vespa).
Les explico también que Italia es un país extraño, basado en la mala fe semántica. Por ejemplo: mientras los periódicos o las radios americanas usan insurgency cuando hablan de Irak (término que en mi casa se traduce como insurrección, o cuando menos como guerrilla difusa), si alguien en Italia usa el término más o menos correspondiente de resistencia, nos rasgamos las vestiduras como si se quisiera comparar el terrorismo fundamentalista con la gloriosa resistencia italiana.
Todo ello sin aceptar la idea de que resistencia es un término neutro, como insurgencia o insurrección, que debe usarse cuando en un país una parte de la población resiste armada al ocupante extranjero, aunque lo que hagan los insurgentes no nos guste, o incluso cuando en el movimiento guerrillero se introducen grupos abiertamente terroristas.
Les revelo que las quejas más apasionadas por la afrenta que se haría a la gloriosa resistencia italiana proceden, entre otras cosas, de los mismos que están intentando demostrar en otros ámbitos que nuestra resistencia fue obra de bandidos y de asesinos.Pero esto es otra historia.
A continuación, me toca aclarar (otra curiosa debilidad semántica) que muchas personas se rasgan las vestiduras cuando se habla de régimen a propósito de Berlusconi porque piensan que ha habido un único régimen, el fascista, y no necesitan mucha ciencia para demostrar que Berlusconi no les está poniendo la camisa negra a los niños italianos ni está intentando conquistar Etiopía.
Ahora bien, la palabra régimen significa forma de gobierno, tanto es así que se habla de régimen democrático, régimen monárquico, régimen republicano... La que Berlusconi está instaurando es una forma de gobierno inédita, distinta de la que sanciona nuestra Constitución, y se trata del populismo mediático del que hablaba, hasta tal punto que, para perfeccionarlo, Berlusconi está intentando modificar la Constitución.
Con el pasar de los días, las preguntas se fueron multiplicando, sobre todo cuando, tras las severas reprimendas de Bush y Blair, Berlusconi dijo que nunca había dicho que retiraría las tropas de Irak. Pero cómo es posible que se contradiga de esta forma, me preguntaban mis interlocutores. Es que así es la bondad del populismo mediático.
Si vas al Parlamento a decir una cosa, te la registran en el acta y después no puedes decir que no la has dicho. En cambio, al decirla en la tele, Berlusconi obtuvo el resultado que se proponía (ganar una cierta popularidad con finalidades electorales); y después, cuando afirmó que no lo había dicho, por un lado, tranquilizó a Bush y, por el otro, no perdió mucho del consenso que había ganado, puesto que es virtud de los medios de masas que quien los sigue (y no lee los periódicos) se olvide el día siguiente de lo que se había dicho exactamente el día antes.
Este proceder es típico, por ejemplo, de la televenta: los que venden una loción para el pelo pueden enseñar a las ocho y media dos fotos de un cliente que estaba completamente calvo y que luego recupera una tupida cabellera, para decir poco más tarde, a las diez y media, que naturalmente su producto es serio.
Mientras tanto, los telespectadores han cambiado o, si son los mismos, se han olvidado de lo que se había dicho dos horas antes.
Pero bueno, observaban mis interlocutores, ¿los italianos no se dan cuenta de que haciendo eso Berlusconi e Italia pierden credibilidad no sólo ante Chirac y Schröder, sino también ante Blair y Bush?
No. Pueden darse cuenta los italianos que leen los periódicos, una minoría, el resto sólo ve la televisión, y la televisión da sólo las noticias que le gustan a Berlusconi.
Que es, precisamente, el régimen de populismo mediático.